martes, 13 de octubre de 2009

GRECIA, ATENAS, Y OTRAS COSAS QUE DECIR

Ya hace un mes desde la publicacion de mi ultima entrada. Sentada en mi cama, entre triste y nerviosa, pensaba todo lo que estaba dejando atras, y conjeturando mil ideas de lo que podria significar estar aqui...
Ahora, escribo desde mi facultad ateniense, TEI Atinas, despues de haber comido queso feta (el cual aqui es una equivalencia al pan de cada dia), haciendo tiempo para mi proxima clase, y pensando en la fiesta de esta noche. Esta noche, que como cada noche de martes, se presenta con vistas a chupitos de ouzo, latas yonkis baratas en los peripteros que abren mas horas que los seven eleven, y conversaciones en ingles en las que te das cuenta de lo ultil que habria sido aprenderse de memoria la tabla de verbos irregulares (y de que solo te acuerdas de drink/drank/drukn, sobre todo de DRUNK).
Un mes parece mucho, y a su vez, tambien poco. Realmente, si miro hacia atras, si me remonto al dia que llegue aqui, parece que fue ayer. Sin embargo, si me propongo indagar entre las azañas, recuerdos ( y no tan recuerdos) de estos 34 dias, se me antoja una eternidad...
Si tuviese que definirlo con una palabra, seria intenso. Si tuviese que quedarme con un momento, seria Mykonos. Si tuviese que elegir a alguna persona, creo que no me precipito si digo que ya se a quienes visitare encantada el año que viene. Si criticase algo de los griegos, es que gritan mas que los españoles. Por decir algo malo de Atenas, es la autentica ciudad sin ley. Y para contrarrestar, si dijese algo bueno, es que enamora a pesar de sus fachadas de posguerra y sus yonkis de Omonia. Algo entrañable, son sus perros callejeros. Algo delicioso, las pitas. Adictivo, el maldito queso feta. Novedoso, el botellon de ouzo con agua. Tentador, colarse en el transporte publico. Lo que exportaria a España, los peripteros 24 horas. Y lo que sin duda recomendaria a cualquiera, es venir de Erasmus a Atenas...

(Perdon por lo no acentos, quizas a lo unico que me falta por adaptarme del todo, es a los teclados)

domingo, 30 de agosto de 2009

LO QUE VOY A ECHAR DE MENOS (II)

Me quedan aún diez días aquí.
Diez días…

de fiestas, de cenas, de comidas, de últimos cafés, de mi cama y mi almohada, de achuchar a mi gamusinito (Cuqui), de discutir con Celia y después reírnos hasta que nos duelan los mofletes, de hablar con mi tata por teléfono para no decirnos nada, de la pesada de mamá, del preguntón de papá, de pintar (¡por fin!), de coger el teléfono a la abuela “Sole, hija. ¿Vanessa, eres tú? Dile a tu madre que se ponga, Celia”-“Abuela, soy Marta”-“¿Qué dices Miguel, que no te entiendo?”, de ver todos mis zapatos y ponerme siempre los mismos, de entender lo que echan en la tele (si es que dicen algo entendible…), de la tortilla de patatas de mamá Sole (cuando la haces poco cuajadita, todo hay que decirlo), de ver series para preadolescentes mientras desayuno, de los ruidos de la terraza de debajo de casa, de los vecinos que no sé si saludar o no, de encontrarme a Gloria y hablar con ella como si nos conociésemos de toda la vida cuando paseo a mi “cabeza de bolita” (ejem), de encontrar manchas de óleo azul por toda la casa y que nadie sepa de dónde han salido, de no coger el teléfono cuando estoy sola en casa porque ODIO COGER EL TELÉFONO, de ese humor que sólo papá y yo entendemos, de pasiflora- pastillas de aceite de onagra-té bancha de mamaíta, y de sus proverbios chinos y consejos de feng shui (“¿Tiene solución? Es un problema ¿No tiene solución? No es un problema”), de que me digas que te abandono y cuaaaaaánto me vas a echar de menos (Tontussa, te voy a llamar…), y de las bromitas del “novio ese pesao” que te has echado, de jugar al Sing Star y perder siempre por poco, de mi +34-61595666* (piiiiii), de bajar la cabeza al volver de fiesta un juernes porque yo me acuesto y los vecinos se van a trabajar, del mítico mensaje que me cuesta escribir mil horas “Dormimos todas en casa de Leyre, no me esperéis para comer… Un besito”, de mi té de canela que sólo encuentro en Mercadona


de despedidas.



La familia, es la familia.

viernes, 14 de agosto de 2009

PREJUICIOS

Pasea a su perra todos los días a la misma hora. Siempre por la plaza del Lavadero. Es una mujer de costumbres. Vive en la calle San Isidro, y tiene un hijo de unos 10 años (entre los 8 y los 12, soy incapaz de intuir la edad de los niños). Es rubia, muy delgada, poca cosa, no más de un metro cincuenta, 35 años, uno menos, uno más… Esto, simplemente, lo sé.

Se llama Gloria, y antes tenía dos perros. Jimmy, que heredó las cualidades de caniche de su padre, y Jenny… que no. La madre de éstos, la tiene su madre (la de Gloria), que ya es muy mayor (la perra). Jenny tiene 13 años, pero Jimmy no tuvo tanta suerte, y hace dos años (recién cumplidos, el 8 de agosto), cuando sólo tenía 11, estuvo ingresado en el hospital veterinario 24 horas que hay en Delicias durante 21 días, por una hernia cervical. Gloria, su marido, y su hermana (la de Jimmy, Jenny), iban a verle todos los días después de comer, a eso de las 15:00. Después, murió. Les llamaron a las 23:30, para darles la noticia. Fue el auxiliar de clínica. No durmió en toda la noche, y al día siguiente se levantó con los ojos hinchados. El veterinario acusó al auxiliar de poco tacto, por las horas, más que nada. Fue al hospital, y cuando llegó dijo que quería verle. Le tenían ya metido en las “neveras esas”, y cuando le vio, rompió a llorar. “Por qué a tí, cariño… con todo lo que hemos pasado…”, le decía. Las chicas de la clínica, que le habían cogido mucho cariño, lloraban también. Le incineraron, que por cierto, era más caro que enterrarle, 180€. Y ahora tienen la urna en una vitrina. A un lado, su foto, y al otro, un pergamino que le escribió su marido. La gente le dice “¿¡Pero cómo haces eso!?”, y es que le quería como a un hijo, dice Gloria. Todavía se acuerda… Esto, me lo ha contado ella.

La primera vez que la vi (hará no más de un mes), paseaba con su hijo, y con Jenny. Yo estaba con Cuqui, y su perra se acercó. “¡Jenny! Menuda guarrilla es, como está con el celo, no veas. ¡Guarrilla, que eres una guarrilla!” Iba con el iPod, y a penas la escuché. Sus palabras carecieron de interés en cuanto “Jenny” y “guarrilla” formaron parte de una misma oración, así que me bastó con devolverle una sonrisa comprometida, para seguir andando sin darle a aquel suceso más importancia de la que tenía.

La segunda vez que la vi, iba con su madre (a su vez dueña de la madre de Jenny y Jimmy, pero eso yo aún no lo sabía). Ella no me reconoció, cuando Cuqui se acercó a su perra, y ésta a penas le hizo caso. “Mírala, si es que se le acaba de quitar el celo, y no quiere saber nada de ninguno…” Bla, bla, bla, mi socorrida sonrisa cómplice, y retomé mi paseo.

La tercera vez que la vi, fue ayer. Me contó todo esto. Hablamos más de media hora, en la plaza del Lavadero. Tampoco me reconoció. Volvió a contarme toda la historia del celo, mientras yo me fustigaba mentalmente por no haber cogido el iPod con sus maravillosos cascos capaces de espantar a cualquier conversador espontáneo. Después dijo “Tienes un perro precioso, yo antes también tenía uno…” Su expresión se tornó tan triste, que no me quedó más remedio que dejar de oír, para empezar a escuchar… Me contó también, que su marido hizo un video con todas las fotos de Jimmy, desde que nació, hasta los últimos días en el hospital “¡Qué bonito quedó! Hasta lo colgó en una página de esas de Internet…” Y que cuando su hermano terminaba un paquete de tabaco, hacía una bola, la lanzaba lejos, y Jimmy la recogía “Si es que todo son recuerdos…” Me contó muchas, muchísimas cosas…

Volví a casa con ganas de llorar, con ganas de deshacerme de todos los prejuicios que me pesan, y pensando que Jimmy, que en paz descanse, no pudo tener mejor vida, y “Jenny, la guarrilla”, no podría estar en mejor lugar.

lunes, 15 de junio de 2009

LO QUE VOY A ECHAR DE MENOS (I)

9:00 AM de un día cualquiera, de un mes cualquiera del año lectivo. Entro, y huele a café, pescadito frito, y croissants recién hechos. Basta un paso más para que se sume el olor a disolventes al olor del desayuno. Lo voy a echar tanto de menos...
Al bajar a la taquilla, siempre la misma gente, sentanda en las mismas ventanas, a las mismas horas, fumando los mismos humos cada día... También a ellos les voy a echar de menos.
Si es pintura, me da pereza. Si es dibujo, nos obligamos mutuamente. Pero siempre siempre, a las 11:00 te tomas tu café con hielo, mientras yo me bebo un té, o nada, y te escucho quejarte de lo mal que está todo, y lo mucho que te gusta que sea así.
Llega a la hora de la comida. Mi hora favorita del día. -¿Cabemos en esta mesa? ¿Quién falta? ¿Hay alguien aquí sentado? Siéntate aquí que yo me voy ya. ¡Tráeme un vaso, y si puedes róbame algo de postre! ¿Me pasáis la jarra? Uhm... ¿qué es eso? ¿puedo probarlo? Es que el profesor me tiene manía... El sábado Barco, ¿quién se apunta? ¿Alguien tiene sal? Me voy que llego tarde. Pues yo me voy a tomar un café... - Y así, a veces, dan las cinco, o las seis de la tarde. Se alargó la sobremesa, y para entrar interrumpiendo en clase, mejor quedarse a charlar, y con un poco de suerte, empalmar con la merienda y con los que sí han ido a clase, que acuden a su cita diaría de las 18:00 en la cafetería.
Sigue pasando el tiempo. Sútilmente, sin que nos demos cuenta, pero pasa. Se hace de noche, llegas a casa, y piensas que esto no se acerca nada a la definición de "rutina" de la RAE.
Y sigue pasando el tiempo, pero ya no es de noche, vuelve a ser de día. Lo mismo una y otra vez. Hasta ese día en el que te despiertas antes de que suene el despertador. Te despiertas porque tienes calor. Tienes calor porque es verano. Es verano porque ya no es primavera. La primavera estuvo muy bien, pero en verano todo se acaba... Se acaba... Los de fuera vuelven a casa, los de aquí se van de vacaciones, algunos se quedan, y, verano a parte... otros se van de erasmus.
Sí, me voy de erasmus. Un año y seis meses sin pisar la facultad va a ser demasiado. Parece que para los que os quedáis va a ser peor, pero, y creo que hablo en nombre de todos, a los que nos vamos no se nos hace fácil. Nada fácil.
Sólo me queda dar las gracias a todos y cada uno de los que habéis hecho posible este año inolvidable. El año de Túnez, del cachondismo cósmico, de las fiestas del morreo, del Escorial, de los rosaditos, del Maike II, de Barco y San Mateo, de las pizzas de San Ildefonso, del café con hielo y el té con limón, del mejor Halloween y mejor Carnaval, de los encierros, de los buenos momentos, y de los muy buenos recuerdos.
Espero que cuando vuelva todo siga en su sitio, nada se haya movido, ni haya cambiado lo más mínimo, para que retomemos el quinto año como si entre medias nada hubiese pasado, como unas vacaciones largas, un gran parétesis, o una noche de esas que se tiene la sensación de haber dormido demasiado.

Demasiado, es lo que os voy a echar de menos.

jueves, 23 de abril de 2009

PRONTO, POR LA MAÑANA

En frente mía hay una señora que masca chicle compulsivamente, abriendo y cerrando las mandíbulas, dejándonos entrever los bailes que hace su lengua con el ente, ya sin forma, blanquecino.
Dos asientos a su derecha, la niña que hace un rato se urgaba la nariz, se come un moco. Sabe que la he visto. Disimula. Pero no se ruboriza. Sólo es un moco...
Vuelta dos a la izquierda. No sé si el chicle sabe a pies, o es que la señora tiene esa cara de amargada. Sólo despega la vista de su libro (no veo el título, es muy pequeño para mi miopía, y esta en el lomo de unas tapas negras, escrito en rojo. Como Sthendal) para mirar por encima de sus gafas (sin dejar de masticar) a todo aquel que osa entrar en el vagón. A veces se toca el colgante que lleva puesto, en forma de corazón partido, de esos que se comparten con alguien, supongo que, en su caso, será un mascador de chicle el afortunado portador de la otra mitad.
A su lado (esta vez sólo un asiento a la derecha) se ha sentado una señora con el 20 minutos. Tiene la boca y los ojos tan pequeños, tan pequeños, que se me antoja una comparación graciosa, pero sus rasgos se combinan en una expresion tan humilde y vulnerable, que me prohibo ser ni medio-mala. Se baja en Puerta del Angel.
En su lugar, llega una pareja. Se sienta la chica, y él se queda en frente, de pie. Le gusta mirarla desde arriba. Nuestra chica-boomer, desmejorada por la edad, le da un repaso de arriba a abajo, y después, con todo el descaro posible, me regala su perfil para hacer lo mismo con su frente a la que ha ocupado su derecha. ¿Pensará que hacen buena pareja, o se regocija porque ellos no llevan el medio corazón?
Cierra el libro. Parece que se va. Lo guarda en el bolso y saca una funda de gafas. Dentro, hay unas blancas, que intercambia con las negras que lleva puestas. Miopía e hipermetropía, ¡uf!. Suspira, y por fin, tras OCHO paradas, relaja la mandíbula. Se acicala el cabello mechado y fosco (posiblemente esto sea culpa de lo primero). Se levanta.
Príncipe Pío. Se me cae un casco, y, a modo de despedida, la oigo masticar.


PD: Me he dado cuenta de que, casi siempre, los desconocidos me caen mal.

domingo, 19 de abril de 2009

CONVERSACIONES IMAGINARIAS CON MI PERRO


Los que me conocéis sabéis de sobra que tengo un perro.


Sabéis, también, que se llama Cuqui (Cuquito, Cuquitín, Cuco, y cosas peores, porque aun que parezca imposible, las hay peorcísimas). No sé si sabéis que tiene 10 años (77 en equivalencia humana), y sin embargo, está hecho un chaval. Los mismos que tenía yo cuando me lo regalaron un Noviembre parecido a este Abril.
No era un regalo para nada premeditado. Una mañana de sábado fui con mis padres a un centro comercial a hacer la compra, y, como cada vez que les acompañaba, me metí a la tienda de animales a ver a los perros, sin ánimo de que alguno de esos cachorros fuese mío. Demasiados intentos, quizás. La sorpresa fue cuando me di cuenta de que mis padres miraban con los mismos ojos que yo a la bola de pelo negra revoltosa. “Es el último de la camada, ayer se llevaron a su hermano”, dijo el dependiente. Luego todo pasó muy rápido, y, horas más tarde estábamos en casa eligiendo nombre, y donde colocar su cuna.
Ahora es uno más de la familia. Es lo que más hecho de menos cuando voy de viaje, quién más salta cuando llego a casa, quién más llora cuando no le hago cosquillas, y quién mejor me escucha cuando no necesito una opinión hipócrita, y mucho menos sincera, y sin embargo, parece que me entiende. Es lo que más me hace falta en días como hoy.
Esos días de bajona máxima inexplicable, que te encierras en tu habitación a escuchar música, te fundes con el ordenador, e intentas desconectar del mundo. Esos días en lo que odias que te pregunten “¿Qué te pasa?”. Esos días en los que él se acerca a mi cama, se sienta a mi lado, y con sus ojitos marrones me dice “Cuéntame”…

- Pues es que no se muy bien…
- ¿Estás triste?
- Un poco.
- Pero, ¿por qué?
- No lo sé, y eso me hace estar tristemente enfadada.
- Ya, lo de siempre.
- Oye, si me vas a juzgar puedes irte por don-
- Marta, soy un perro ¬¬
- Ah, ya… a veces se me olvida. Pues eso, que no me entiendo.
- Te enfadarás, pero es lo de siempre. Los días que te levantas, no te quitas el pijama, y te haces el moño muy alto…
- ¿Me hago el moño muy alto?
- Sí, pero sólo algunos días. Los días que eres la Marta pesada.
- La verdad es que sí… y también me lo aprieto, ¿verdad?
- Sí… te queda un poco mal, ahora que lo pienso, te hace como muchas orejas, o no sé si es que se te ve la nariz más grande… el caso es que me gusta más suelto.
- Sí, pero es más incómodo. Por cierto… debería ir esta semana a la peluquería.
- …

Y así, sólo con sus ojitos marrones, consigue que vuelva a pensar en tonterías de verdad, en vez de pensar en tonterías tontas de las mías, darle vueltas hasta a lo inamovible, y meter de una vez todos esos “Y si…” en un rincón pequeño (a ver si con lo pesados que son, encima les tengo que dejar un rincón grande) para que tarden mucho en volver a salir.



Definitivamente, tengo que empezar a plantearme esto de otro modo.



PD: Si no tenéis perro, no pretendáis entenderlo.

domingo, 22 de febrero de 2009

Triste, ¿pero cierto?

Hace mucho que no publico nada.
Pensé que la excusa perfecta eran los interminables exámenes de Bellas Artes, pero me he dado cuenta de que quizás el problema está en que últimamente tengo poco que decir.
Estoy todo el día pensando, y sin embargo no pienso en nada. Estoy entre la desidia y el aburrimiento. Y todo empieza cuando decides quedarte un viernes noche en casa para estudiar, en vez de salir con las personas normales con carreras normales que acaban sus exámenes en fechas normales, y se van con total normalidad a Punta Cana, a enciegarse y tomar el sol en pleno Febrero, lo cual seguramente sea lo único anormal en esta historia. Te dispones a estudiar, es la idea, pero digamos que la normalidad del resto, al parecer, tan aburrida, te corroe, y te dan calambres en los ojos cuando empiezas a leer tus densos apuntes… “ORIGENES DEL DISEÑO EN LA SOCIEDAD INDUSTRIAL: La Revolución Industrial fue un periodo comprendido entre (…)” -¡Calambre! - “(…) los sistemas de producción basados en la especialización del trabajo (…)” -¡Auh! -"(…)ElarquitectoCharlesCockereladviertedelapérdidadecalidaddeldiseñodebidaalasustitucióndelamenteylamanohumanas(…)”- Pierdes el hilo… -“Procesodeelaboración¿HABRÁN SUBIDO YA EL ULTIMO CAPITULO DE CÓMO CONOCI A VUESTRA MADRE?aplicaciónymejoradelasnormasqueseME APETECE CHOCOLATEaplicanadistintasactividadesNADAcientíficas…………………………………………………………………………………………………………..”- Bien, pues cerremos los apuntes.
Es aquí cuando decides dedicarte un viernes por la noche en casa. Es la 1, demasiado tarde para engancharte a una fiesta ajena, y demasiado pronto para acostarte sabiendo que al día siguiente, POR FIN, no tendrás que madrugar. Navegas por seriesyonkis, te pones una peli (o dos), escuchas música sin apenas volumen, en silencio (ah, qué bonita es la música en silencio), garabateas en tu cuaderno de dibujo, lees alguna tontería entretenida que mantenga tu escaso poder de concentración… y al final, sin querer, miras el reloj. ¿Qué hora es? ¿Las 4…? ¿Las 5 a lo mejor? Y entonces te das cuenta. Tú, normalmente, a estás horas de ebriedad, estás haciendo lo que están haciendo ahora esa panda de normales que tanto te ha insistido para que les acompañases en su normalidad, pero hoy no ha sido así. Hoy estás en tu casa, deleitándote en tonterías, a gusto. Joder, pero que muy muy a gusto…
Puede ser por… no… porque… no, es imposible… quizás… vaya, pues parece que sí.


Qué putada, te estás haciendo “mayor”.

jueves, 8 de enero de 2009

REPEAT

Me gustan las casualidades. De hecho, las respeto.
Por eso, no he podido esquivar esta canción. Me pilló desprevenida sonando una mañana en Radio3 (¿se me permite la publicidad? Es que es genial...) y me encandiló con ese silvidito. Ahora me tiene con el dedo todo el día, dándole al Repeat.



"Five years time", Noha and the Whale


subliminalmentetambiénhayunavacaperosólounoídoprivilegiadocomoeldealbertopodríadarsecuenta<3