sábado, 25 de diciembre de 2010

F de FILOSOFÍA BARATA

"Querido" Papá Noel:

Sé que este año no he sido como los anteriores, que he desatendido mis ocupaciones, y me he visto envuelta, en más de una ocasión, entre los pecados capitales. Pero como, ni usted es cura, ni esto es un confesonario, y el "Papa" de su nombre lleva acento en la "a", no entiendo a qué se debe mi castigo, que más que castigo, suena a modo de reprimenda.
Lo ponía claramente en mi carta: "Este año quiero que me traiga una ayudita para aprender a tomarme las cosas con filosofía", y, ¿dónde está mi manual? Vaya, que poco más y me trae a Bucay y le pone a recitar cuentos.
Tendré que hablar con sus Majestades de Oriente, a ver si ellos que son tres cabezas pensantes, me pueden apañar el asunto.
Sin más dilación me despido, muy descontenta con los presentes recibidos.

PD: Como cuando te dicen "Encantado" y tú respondes "Igualmente", este año no he sido capaz de desear a nadie "Feliz Navidad", sólo he sabido responder "Gracias, igualmente". No es que no quiera que seáis todos maxifelices (que sí que lo quiero), es que cada año estas fiestas me parecen más fuldeestambul.

Y ahora... ¿G de qué?

lunes, 20 de diciembre de 2010

E de EL CORTE INGLES

No me gusta la Navidad, por múltiples e infinitas razones que no viene a cuento enumerar.

Y al contrario que la mayoría de los integrantes del movimiento "anti-navideño", no tengo nada VS el capitalismo de estos días. Ya participamos en esto durante todo el año, a ver si hay que ir ahora de progres y fingir que no nos gustan los regalos.

El caso es, que lo de "El Corte Inglés" viene a que este es el tercer año que trabajo de promotora para la campaña de Navidad de una conocida firma de perfumes, y me provoca una sensación muy rara. Es como estar en una burbuja atemporal, y parece que entre año y año no ha pasado nada. Jefa y Compañeras son majas (para 15 días), salvo porque Jefa no deja de autodenominarse cosmopilita por comprar en Desigual y Custo, no tengo queja. Por hacer, hago poco, y prefiero estar allí que comiendo turrón y mazapanes en el sofá, mientras que lo único que televisan es la lotería (esto me angustia desde siempre, no se por qué). Me gustan bastante los perfumes, así que por eso tampoco hay inconveniente. Pero sin duda, lo que peor peor peor llevo, es estar cara al público. Porque a mi los desconocidos me caen muy mal, y allí parece que todos quieren conocerme. Por si eso fuera poco, se otorgan el derecho de llamarme "mona", "guapa", "bonita", "cielo", "corazón", y muchas más cosas que dan repeluco, y se que no lo hacen con afecto, porque la gente en Navidad, es más falsa que un billete de 6€. Prueba de ello, es que una vez una señora me dijo:

- Oye corazón, a ver si tienes una colonia así con estuche, de más de 60€, que quede resultona.
- Sí, sí, mire, tengo varias fragancias, le doy a oler unas cuantas si quiere...
- ¡Qué va, bonita! No te preocupes, dame la que sea, si es para que mi marido vea que me gasto más en su madre que ella en mí.
- ...

¡Os deseo a todos unas Felices Barraslibres, que parece que son lo único que da fruto en estas fechas!

viernes, 17 de diciembre de 2010

D de DIOPTRÍA

Queridos miopes del mundo, no estéis tristes. Yo lo soy, y también feliz.


A pesar de que llevo desde los ocho o nueve años con este diagnóstico a cuestas, nunca me ha pesado demasiado. Es más, cuando me compraron mis primeras gafas, me hizo muchísima ilusión. Ay, qué feitas eran, pero cómo me gustaba que todo el mundo me dijese "Hala, ¿¡te han puesto gafas!?", y yo asentía, haciéndome la guay.
Ahora se ha enfriado la relación, y no nos llevamos tan bien. Me las pongo cuando me acuerdo de que no veo, porque hay algo que merece la pena ver. Un par de veces lo he intentado con las lentillas, pero cuando están a medio milímetro del ojo, mis parpados se sellan cual cinturón de castidad, y se niegan a ser mancillados por una menos-que-semicircunferencia de plástico blandengue. Ps, qué le voy a hacer.

El caso es, que lo de que no estéis tristes viene, a que yo le he encontrado, al menos, dos ventajas a lo de ser miope:

-Ventaja número uno: Hablar en público es algo que a poca gente agrada, y a mí, desde luego, me aterroriza. Por eso aprovecho esta situación, para dejar las gafas aparcadas en el bolso. Entonces, en vez de hablar para 50 personas, me encuentro ante una masa de espíritus indefinidos sin rostro ni expresión alguna. Y desde luego me dan mucho menos miedo los espíritus que las personas sin compasión.

-Ventaja número dos: No os creáis que los miopes no reconocemos a las personas de lejos aún sin llevar corrección. Al menos yo, he desarrollado un sistema que me ayuda a reconocer a la gente por su silueta borrosa y su manera de andar. Pero esto, ellos no lo saben. Y qué bien viene justificarse con "Ay, si es que voy sin gafas y no veo nada..." cuando te acaban de pillar haciéndote la loca por no saludar (también hay que tener poco amor propio para acercarse a saludar a alguien que te ha visto de lejos, y de repente le ha surgido un interés arrebatador por las baldosas del suelo llenas de chicles pegados).

Espero que os sirvan de algo mis modos de sacarle utilidad a la miopía, y si se me escapa alguno estaré encantada de ponerlo en práctica.
Hay que ver, que siempre pienso "Venga, esta vez no me voy a enrollar", y me crecen los párrafos como setas alucinógenas.


NOTA IMPORTANTE: Abstenerse de llevar a cabo estos dioptriconsejos aquellos que superen el nivel 4, este blog no se hace responsable de disgustos, caídas, ni tropiezos.

jueves, 16 de diciembre de 2010

C de COSAS DE MUJERES

Ring riiiing

- ¿Sí?

(Amiga) - Qué fuerte, adivina quién me ha llamado.

- Espera, que voy a por mis dotes de adivinación...

(Amiga) - Ay hija, que siesa. Pues Nacho, me ha llamado Nacho. Vamos, que acabo de colgarle.

- ¿Nacho? ¿Estamos hablando de "Nachoesungilipollasyunniñatoquésehacreídoesteaminomechuleamás?

(Amiga) - El mismo, aun que bueno, igual me pasé un poco. Dice que lo siente muchísimo, y que quiere verme mañana.

- ¿Así sin más? ¿Mañana, sin anestesia? ¿Y qué vas a hacer?

(Amiga) - Mujer, ¡pues ir!

- Pensé que no querías volver a verle, y que ya no te gustaba. Pero bueno... a mí siempre me pareció un tío majo, me alegro por ti entonces.

(Amiga) - No, no, no te confundas. Yo voy porque ya lo he superado, soy una mujer madura, y quiero que vea que nada de esto me afecta. Tomaremos algo como adultos que somos, y de paso que vea lo bien que me queda mi nuevo corte de pelo... e igual estreno el vestido verde que compramos la semana pasada.

- ¿No crees que será un poco forzado que vayas con un vestido que tiene menos tela que un calcetín?

(Amiga) - ¿Y tú te llamas amiga? Te llamo mañana con nuevas frescas, espero que estés más dispuesta a darme la razón en todo y que no se te ocurra volver a decir "era un tío majo".



Ring Riiiing

- ¿Diga?

(Amiga) - Soy yo, ¿por qué no me has llamado para ver qué tal fue?

- Eh... porque dijiste que tú-

(Amiga) - Da igual. Tía, fue genial.

- ¿Sí? Por el vestido, seguro.

(Amiga) - No tonta, fue genial porque él quiso que volviésemos, y yo le dije que nanai, que estoy muy bien sola, y que me quiero centrar en mi carrera.

- Vaya, la verdad es que me sorprendes...

(Amiga) - El pobre se quedó destrozado. Lo cierto es que estaba guapo, se había dejado barba y le quedaba tan bien... Iba de azul, que le resalta los ojos, y tenía las mejillas sonrojadas por el frío... Tenías razón, es un tío majo. Es una pena que no podamos estar juntos. La verdad es que lo pensé, porque algo sí que me gusta... pero no sé...

- ¿No sabes qué? Si te gusta, ¿por qué no quieres volver con él?

(Amiga) - A ver hija, muy sencillo, por dignidad.

- Vaya, había oído lo de que "salud, dinero y amor" son la plenitud de la vida. O es que ahora se lleva más "salud, dinero y dignidad" o yo me he vuelto lela y no entiendo nada de nada.

(Amiga) - ... ya, yo tampoco.

- ¿Entonces?

(Amiga) - Entonces te dejo, tengo que hacer una llamada.


martes, 14 de diciembre de 2010

B de ¿BAILAS?

Se escuchaba antes en las discotecas.

En las películas americanas de adolescentes, el chico no quiere ir al baile de primavera porque no sabe bailar, ¿y qué más dará?, digo yo. Pero es que por lo visto, esas cuencas de ponche rojo con apariencia de salsa agridulce, no llevan alicientes de felicidad. Aun que ojo, no por tomarnos unas copas articulamos mejor, es sólo que se nos independizan las articulaciones y nos desentendemos desvergonzadamente de sus actos y movimientos.

Hoy en día el que quiere bailar, o se mete a fama, o se va a un club de salsa. Una vez, Hermanamayor me llevó a uno de estos. Y bueno, qué decir. A ella es que le gusta mucho esto del bailoteo, pero a mí me cogió por banda un brasileño zumbón, me dio unas cuatro vueltas, que a mi parecer fueron mil, y decidió darse por vencido, porque resultó que yo, sin saberlo, había cenado palodeescoba astillado.

El caso es que a mí, que la gente "baile" en los sitios o no, realmente ni me viene ni me va, es algo que ya no llama la atención. Lo que de verdad verdad verdad me intriga, es cómo bailaremos cuando seamos mayores. Y no me digáis, que vosotros no os preguntáis en cada boda si no llegaréis a tener una coreografía tan sospechosamente ensayada como la mítica y universalmente extendida de "madres y tías"... ¿Vergüenza ajena, verdad? A ver quién se sonroja de aquí a unos años...

domingo, 12 de diciembre de 2010

A de AMARILLOS

Ni A de Atenas, ni A de Arte, ni A de Ayer. A de Amarillos.

Y qué es eso de "amarillos", os preguntaréis.

Estaba yo, hace tiempo, de visita rutinaria por la FNAC, y mi vena consumista, que me obliga a comprar los libros por el título, tuvo un flechazo con uno que se llamaba "El mundo amarillo". La portada, tan chillona como el título, engatusó a mis ojos curiosos, y no pude hacer más que acercarme, y darle la vuelta para leer. No era un libro feliz, era un libro triste, pero decía algo sobre personas amarillas (mentalmente yo también hice broma fácil con los Simpson). Me pareció intrigante, y por no quitarle la ilusión a mi yo consumidor, me lo llevé. El libro en sí, me dejó bastante indiferente, pero el concepto de "los amarillos", ha seguido conmigo durante estos años.

Resultó, que "los amarillos" son personas con las que nos cruzamos en la vida, y nos dan una pista, nos guían, o nos tuercen el camino, según lo buena o mala que fuese nuestra dirección. En un principio, es difícil de entender, porque por relación espontánea, queremos pensar que lo lógico es que nuestros amarillos sean padres, hermanos, mejores amigos... Pero no. Por su puesto que hay amarillos que se quedan contigo toda la vida, pero también hay amarillos que te dicen una frase en un ascensor, y después se van... A mí me pareció genial.

Pensé en todos los amarillos que había conocido, y como no sabía que lo eran, no pude darles las gracias. Pensé lo bonito que sería acostarte algún día, y tener consciencia de haber sido amarilla...

viernes, 10 de diciembre de 2010

PROPOSITO(S)

Cuando escribo me doy cuenta de lo mucho que me gusta escribir (valga la redundancia), y también, de lo poco que acostumbro a hacerlo.

Voy a servirme de mi inexplicable fanatismo por las listas, para comprometerme con una de las más archiconocidas del universo: el abecedario. Me propongo crear una entrada con cada letra, ésta, a su vez, encabezará un concepto, y el concepto en cuestión, será lo que dé sentido al post. Fácil, cómodo, y para toda la familia.Voy a empezar por la A, aun que bien podría hacerlo por la Z, o por donde me diese la gana. Pero la A, es la letra favorita de Erik Spiekermann, un señor que me cae de maravilla, así que, Sr. Spierkermann, e aquí un micro-homenaje del que jamás tendrá usted conciencia.

Bueno, y ni falta hará decir que, como propósito que es... mejor dejarlo para mañana.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

GRANDES EXITOS Y FRACASOS

Cuando se alinearon los planetas para que Bob Marley, Jimmy Hendrix, y Pete Doherty pudieran enseñarme a jugar al poker, o aquella vez que Amiga Y me dio a probar el gin tonic que "tiene poquísimas calorías" e hizo que me sintiese una pureta porque me encantó, y como anoche, que descubrí que se me da sorprendentemente bien jugar a los dardos. En esos momentos tontos te das cuenta de que aquí estás, pero son sólo minucias de normalidad que se me brindan muy de vez en cuando, y muy de cuando en vez.


He decidido, drásticamente y sin vuelta atrás, que para mí se acabó el escribir en primera persona, porque las cosas que me pasan, son de todo menos normales. Tiene que haber alguien detrás de toda esta parafernalia, un guionista macabro o un trágico escritor, como en el show de Truman, "El show de Marta". Me imagino a todos los espectadores mordiéndose las uñas desde sus sofás, llorando a moco tendido los más susceptibles, o riendo por no llorar, los menos pesimistas, preguntándose, como hago yo, ¿y lo próximo, qué será...? A veces incluso me siento la protagonista de una película de Isabel Coixet, o como si de repente me hubiese convertido en esa Jimena a la que tanto canta Sabina, y fuese por ahí peinada a lo garçon, e incluso me veo recorriendo las calles de París, deambulando entre las líneas de cualquier novela de Anna Gavalda.

Así pues...

Entró en la habitación, y al contrario de lo que esperaba, no estaba vacía, estaba llena de ausencia. Entre esta flotaba un nota que no decía nada: ni adiós, ni perdón, ni lo siento, ni te voy a echar de menos... Ni si quiera la tocó.
No encendió la televisión, se metió en la cama en silencio y esperó... "Esta vez no, esta vez no he sido yo". Lo sabía, era consciente de que no era su culpa, y sin embargo era tan difícil no martirizarse con todo tipo de "Y si...". Y lloró. Lo cierto es que hacía mucho tiempo que no se permitía este lujo. No lloró desconsolada, ni lloró entre sollozos, lloró como se llora cuando no sabes ni por qué, y te limitas a dejar que las lágrimas resbalen por tus mejillas. Y esperó a quedarse dormida, para abandonar el extraño sueño que había sido aquel día, pero hay veces que hace falta más que un pellizco para despertar...




miércoles, 1 de diciembre de 2010

DICIEMBRE SIEMPRE LLEGA DE REPENTE

Como las casualidades, a nadie le importa si nos viene bien o no, hala, ya estamos en diciembre.
Como las rachas de mala suerte, como los domingos, como cuando se va la luz, como cuando te duele un costado y resulta que tienes apendicitis. Así, sin que te lo esperes. Igual que el final de las mejores noches y las mejores películas, igual que las ganas repentinas de llorar, e igual que se caducan los yogures, también de repente. Como cuando suena el despertador y parece que te acabas de acostar, como como los escalofríos, como las personas, como las tormenatas de verano, y como los sustos y como las sorpresas, se te quita el hipo, sí, pero a qué precio.
Y encima, por si fuese poco que digerir, nos ponemos a sopesar el año, y no bastando con eso, a hacer listas de propósitos para el que viene, que bien podrían ser el motivo de los nuevos rollos de papel higiénico de Scottex.
Espero que por lo menos el año que viene se digne usted a avisar, Sr. Diciembre.

martes, 2 de noviembre de 2010

OTOÑOÑO

En otoño, todo el mundo se pone ñoño. Y mira que a mí, me encanta.

A la gente se le cae el pelo, y escuchan canciones tristes, de amor. Se las dedican a todos esos pelos que se van, que se quedan en el cepillo, y se cuelan por el desagüe. Qué historia tan triste, sino, es que no sé.

Sin embargo, esos naranjizos arrojados amarillones, a mí me ponen de buen humor. Que haga fresco, pero no mucho, que llueva, pero poquito, que se haga de noche, pero no muy pronto, y que huela a castañas con olor a mandarinas... uhm, y los domingos, tan domingos esperando al lunes, con su "dolce far niente", que parece que aburre, pero no es verdad. Escuchar a Bob Dylan, que no puede ser mas otoñoñal, y leer libros de bolsillo en cualquier línea de metro, hasta en las 6, en hora punta, y de pie, sin saber qué hacer con el abrigo, y al medio día te preguntas si de verdad era tan necesario a las ocho de la mañana.

Me gusta por todo esto. Y porque cada 3 de noviembre, me hace sentirme más otoñal. Me despido de los 21 con muchas cosas que aquí no caben, y me hacen ponerme un poco otoñoña, pero qué le voy a hacer, si mi cepillo también es un poco ladrón...

domingo, 24 de octubre de 2010

LIOS DE DESAYUNO A LA HORA DEL TÉ

Leche siempre había sido una chica muy independiente, hasta que, una mañana, en un bar de desayunos, conoció a Café. Tenía la piel bronceada, desprendía energía, y olía de maravilla. La embaucó desde su primera conversación. Después, vinieron las primeras citas, y tras unos meses, se formalizó la relación. Todo era idílico. Café vivía en una bonita cafetera a las afueras de la ciudad, y a ambos les pareció una buena idea que Leche se mudase con él.

La cosa estaba funcionando a la perfección, incluso en algún momento se habían planteado tener un capuccino. Leche ojeaba a escondidas los catálogos de bebé, y veía esas tacitas tan pequeñas deseando algún día poder comprar alguna para su propio cafecitoconleche.

Sin embargo, casi al acabar el año, Café empezó a estar más distante, más despegado. Habían dejado de compartir cuchara, y él siempre volvía a casa con sospechosos restos de azúcar. Y el final, llegó:

- ¡Estoy harta de que siempre vuelvas de madrugada, lleno de azúcar por todos lados! ¡A mi no me la das! ¡Tú eres maricón!

- ¡Y yo estoy cansado de esta discusión! ¿Quieres saber la verdad? ¿Qué pasa si me estoy viendo con Azucarillo, a caso no es comprensible que necesite su dulzura? Estoy cansado de ti, de tu palidez, de tus manías... ¡eres una desnatada!


Y así fue como Leche, muy entera ella, cogió sus cosas, y se fue. Volvió a casa de su tío Pascual, donde vivía antes de conocer a Café. Se sentía semidesnatada, y esa misma tarde llamó a su amiga Manzanilla para salir. Fue una velada desastrosa. Terminaron en una fiesta llena de solteros. Justo lo que Leche necesitaba, según Manzanilla. Allí se encontró con un viejo amigo, Té Rojo, que seguía con sus ideas revolucionarias y comunistas de toda la vida. Éste le presentó a su hermano, Té Verde, que a paraba de hablar del medio ambiente, las plantas, y sus cultivos de marihuana. Como no se aventuraba la suerte, decidió tontear con el género femenino, quizás por cansancio, o puede que como una venganza indirecta a Café. La cosa es, que conoció a Galleta, de piel dorada y curvas sinuosas. Era muy interesante, y el hecho de que fuese una mujer, le daba cierto morbo. A Leche le parecía que aquello podría funcionar, hasta que Galleta interrumpió sus románticos pensamientos sin ninguna compasión: "Oye tía, déjate de rollos, que yo aquí he venido a mojar, ¿te vienes a mi paquete o no?" Asombrada por la natural masculinidad de aquella tipa, decidió apartar la idea de la homosexualidad, y optó por la vía fácil: emborracharse.

Cuando iban a cerrar el bar, el camarero, al ver su estado, se ofreció a llevarla a casa. Y tanto fue así, que incluso pasaron la noche juntos. Al despertar a la mañana siguiente, él se había ido, y Leche sólo podía recordar dos cosas: que le había echado un par de polvos, y que se llamaba Cola-Cao.

Esto es la leche!- pensó.

Y así es como me gustaría que se hubiese inventado esta expresión.

miércoles, 20 de octubre de 2010

LA MONOGAMIA DEL PINGÜINO

(...)
- Me encantan los pingüinos.
- ¿Si? Pss...
- ¿Sabías que tienen una única pareja para toda la vida? El macho incuba los huevos, y es la madre quien va de caza. Y si nunca vuelve, pues... se muere de pena, digo yo.
- Hala, ¿osea que son totálmente monógamos?
- Pues ya ves...
- ...
- ...
- ¿A ti te gustaría ser polígama?
- Uhm... No... Prefiero seguir soltera, al fin y al cabo, es prácticamente lo mismo, y te ahorras las explicaciones.
- ...

viernes, 8 de octubre de 2010

MICRORRELATO de microverdades y microanhelos de microrrealidad



Desde pequeña, al igual que algunos niños creen en los Reyes Magos, yo siempre creía en el horóscopo. No por ingenuidad, ni tampoco por una imperiosa necesidad de creer en "algo".
Desde pequeña, al igual que algunos niños creen en Papá Noel, siempre creía en los horóscopos. No por ingenuidad, ni tampoco por una necesidad imperiosa de creer en "algo". Creía, simplemente, porque tenía motivos para creer. Creía, simplemente, porque le dí motivos para creer. Me gustaban los horóscopos, y el pronóstico del tiempo, que siempre estaban juntos, al lado, en la misma página. Le encantaba saber que iba a pasar al día siguiente. Era su página favorita, la página del futuro. Por eso, tenía todo el sentido del mundo, que si pronosticaban lluvia, y llovía, al pronosticarme buena suerte en la columna de al lado, la tendría. Sin embargo, era difícil explicarle que los meteorólogos no estudiaban con los astrólogos, ¡pero cómo iba ella a entenderlo, si al fin y al cabo el meteosat compartía piso con los astros! Siempre, o casi siempre, se cumplía a rajatabla todo lo que el horóscopo me prometía. Así que, tuve que convertirme en un experto en llevar a cabo las pizcas de "día siguiente" que ella esperaba tan ansiosamente.

Recuerdo aquel que decía "Hoy la economía estará de tu parte, si vigilas los gastos, puede que tu cuenta corriente te de una grata sorpresa a fin de mes". No entendí nada. Tenía 7 años, y no sabía como la palabra economía podría estar de mi parte, ajuntarme a mí, y no a otro. Al igual que la cuenta corriente. ¿Qué era una cuenta corriente? ¿2+2 ó 5-3? ¿Y una cuenta incorriente? No sabía que sorpresa podrían darme los números, aun que lo entendí más tarde, cuando encontré una moneda de cien pesetas (veinte duros) debajo del bol de los cereales. Recuerdo la primera vez que llevé mi plan a cabo, el horóscopo decía algo sobre economía, no lo recuerdo muy bien, y creo que ella ni si quiera lo entendió, pero no podía retrasar mi plan, así que coloqué una moneda de veinte duros debajo de su tazón de cereales.

Fue así durante muchos años, todas las predicciones se cumplían. Me hacía sentir segura leer el horóscopo cada día, hasta que, empezó a suceder con menos frecuencia. Ya no era como antes, y, a día de hoy ha dejado del todo de pasar. Lo leo, desde entonces, cada día con recelo y resquemor, pero conservando aun el deseo inevitable de que vuelva esa magia poderosa que me hacía sentir tan tranquila, tan bien. Que vuelvan aquellas casualidades, que hacían que pareciese que el destino estaba de mi parte, más de mi parte incluso que la economía en aquel primer día. Seguí haciendo esto durante mucho tiempo, leía su horóscopo e intentaba por todos los medios cumplir lo que éste aventuraba. Me sorprendía a mí mismo lo fácil que era convertir mis intenciones en casualidades ante sus ojos. Pero con los años era más difícil. Yo no podía intervenir en la irrupción de un príncipe azul en su vida, ni en el resultado óptimo de un examen. Se estaba perdiendo la magia. Ella lo notaba, yo lo sabía. Pero no decíamos nada. Y aun así, a día de hoy, sigo leyendo su horóscopo, sabiendo que no puedo hacer realidad sus sueños, ni que vuelva a creer en el meteosat, porque ya no se fía ni del tiempo. Sin embargo, me encantaría decirle que deje de esperar a las casualidades, que con las intenciones se vive más rápido, más intenso, y más como a ti te da la gana. Y, si tienes suerte, las casualidades aparecen, pero es mucho menos pesado esperar con las manos ocupadas.


Hace mucho que no se me regala una casualidad como Dios manda, de esas que tuercen el camino, y hacen que parezca que empiezas una nueva vida aun que todo siga como siempre. Y esto lo digo YO.

jueves, 16 de septiembre de 2010

MADRIZ

He vuelto.

He vuelto aquí, a Madrid, y he vuelto aquí, a la blogsfera. Aun que realmente, del segundo aquí nunca me había ido, es sólo que escribo despacito. Es el primer aquí, el culpable de esta entrada (y vamos a tachar "aquí" de palabra tabú, no se quiera convertir esto en un trabalenguas, o en este caso, trabaojos y trabaentendimiento).

Sabréis que, la inspiración no entiende de esperas, ni de paciencias. Hace cinco minutos me deleitaba en un estado de maravillosa vigilia, y de repente, ha irrumpido en mis casi-sueños un párrafo del cual, si me dormía, me podía despedir. Así pues, ya que en mi cabeza no hace más que ocupar lugar, es todo vuestro:

"Deja que te invite a un café, cerveza, o derivados. Puedo hablarte de Madrid: de sus gélidos inviernos, y sus alérgicas primaveras, de sus infernales veranos, y sus húmedos otoños. Tenemos suerte de habernos conocido en esta ciudad, en la que algo tan recurrente como el tiempo, da tanto que hablar. Apuesto a que, aun que ahora nos creamos especiales por compartir primeros tragos, sonrisas, y rubores, acabaremos siendo como todos los demás. No te creas que estamos congelando el momento, que importa si somos géminis y tauro, o ambos echamos dos azucarillos al café, porque nuestro romance, fugaz o duradero, tendrá la esencia de esta ciudad, y muy a nuestro pesar, no será mas que el efluvio de un nuevo romance meteorológico."

...

jueves, 20 de mayo de 2010

ES COMO...

...cuando escuchas una canción la primera vez. Tiene algo, y no sabes por qué, pero te apetece darle a replay un poquito más. Y de repente, sin darte cuenta, se ha convertido en tu canción favorita de la semana. Ya ni sé cuántas canciones favoritas de la semana habré tenido...

El problema llega cuando te empachas, y tus oídos sufren una indigestión por darles de comer siempre lo mismo. Lo poco gusta, y lo mucho cansa. Porque, no nos engañemos, todos sabemos que el término medio no existe. Renovarse o morir, hay que definir los gustos, y para eso no podemos más que exprimir a fondo lo que se nos ponga entre manos. Y así es como me voy por las ramas, recordando el refranero de aquel profesor, Constancio, de 4º de primaria, que más que profesor era maestro, y le gustaba escribir en cursiva, y poner cada día un refrán en la pizarra, y debajo, la fecha, con caligrafía de Cuadernos Rubio. Y me voy por las ramas, porque realmente no sé si quiero contar lo que voy a contar. Las canciones favoritas son sólo una metáfora que se me ha ocurrido para autoconvencerme de que esto es normal. Así pues, prosigamos. Estábamos en la indigestión auditiva, justo antes de que los oídos empezasen a vomitar. Has escuchado tantas, tantísimas veces la canción favorita de la semana en apenas unas horas, que te la has aprendido de pe a pa. Al principio era todo innovador. Tras las primeras reproducciones, te das cuenta de que te encanta. La habrás escuchado veinte veces, y pensarás que es el amor de tu vida. Y cuando te das cuenta, estás pasando de canción, sin si quiera dejarla terminar.

Es así de triste. No voy a poner mi última canción favorita, porque sería muy cruel titularla "Mi canción ya no favorita", al igual que no voy a poner una foto suya, porque sería muy cruel titularla "Mi chico ya no favorito". A veces me encantaría encontrar una canción favorita para siempre*. Mientras tanto, canciones no favoritas, espero que podáis perdonarme...


PD: Entrada número 50, ya tengo el blog medio lleno (que no medio vacío), y ni si quiera se lo qué he escrito, con esta embriaguez involuntaria que viene de ninguna parte, para no dejar que hoy me levante de la cama.


*entiéndase "siempre" como más de una semana. Es una palabra muy corta que pretende términos demasiado largos, tan largos que en mi cabeza, desde luego, no cabrían ni aun que fuesen borrowers contorsionistas.

martes, 27 de abril de 2010

EL DESPERTADOR: Banda sonora de nuestras vidas

No sé si lo recuerdo muy bien, o es que me lo han contado muchas veces. El caso es que sé, que lo primero que quise ser de pequeña, fue fontanera. ¡Hay que ver, qué intriga más grande el tirar de la cadena y no mear a mis vecinos! Depués, astronauta, por un capítulo de Punky Bruster que vi tres o cuatro veces, algún sábado por la mañana, en el Club Megatrix. Más tarde, quise ser veterinaria, supongo que como todos los niños a los que les gustan los animales. Y así, fui cambiando de opinión hasta el día de hoy, dónde ando aún algo perdida.

Sin embargo, reconozco que me tranquiliza el hecho de saber, al menos, lo que no quiero ser: no quiero que mi vida se rija por mi edad, ni pagar una hipoteca. Tampoco quiero ser una de esas personas que se compran un jarrón porque les gusta, o peor, ¡dos!, uno para cada mesita de noche, y después no les dan ninguna utilidad. Que me pillen confesada si soy sorprendida recibiendo rosas y bombones por San Valentín, porque me comeré las rosas a la plancha reogadas al ajillo, e incineraré los bombones para meterlos en una urna de corazones difuntos. No pienso tener una cuenta secreta en un banco secreto con ahorros "porsiacaso", porque "nunca se sabe qué puede pasar", que me prive de mil comodidades para que finalmente no pase nada. Me negaré a dejar de comer chucherías y ver dibujos animados, sólo porque a su vez se me ofrezca "un buen telediario" fatalista, acompañado de un café de sobremesa que probablemente me irrite el colon. No será mi intención hacerme la interesante hablando de política en cenas en las que todos ansían descalzarse, aflojarse la corbata, y beber una copa, en vez de mantenerse en sus trajes de alta costura echos de compostura.

De todo esto, estoy segura. No me preocupa cuál es el camino que debo de seguir, supongo que aparecerá alguna indicación esquivando todos estos, y, a ser posible, huyendo también de la alarma del despertador.

Y sí, por su puesto, ¡pienso disfrutar del imserso!

martes, 13 de abril de 2010

PEQUEÑECES

Los helados, con cucurucho.
El reloj, en la izquierda.
Los cordondes, con lazada.
El agua, del tiempo.
Las zapatillas, blancas.
El whisky, con coca-cola.
La almohada, y un cojín.
En el bus, fondo izquierda,
ventana encima de la rueda.
Los chicles, de melocotón.
La música, en silencio.
Las fotos, en modo manual.
Las revistas, por el final.
Del pan, primero la miga.

....

Invitados estáis, a compratir vuestras pequeñas manías.