miércoles, 23 de marzo de 2011

M de MIEDOS

"No hay nada mejor para superar los miedos, que enfrentándose a ellos".
Bien, digamos que... discrepo.


El otro día me enfrenté, involuntariamente por su puesto, a uno de mis mayores miedos. Sabía que el momento, tarde o temprano, llegaría. Había estado años esperándolo, sometiéndome al peligro cada día, y finalmente la semana pasada, sucedió. Fui humillantemente aplastada por las puertas del Metro. Y qué pensáis, ¿que ahora las cruzo con más valentía y agilidad, cual intrépida usuaria del transporte público? Pues no. Ahora tengo incluso más miedo que antes, y cada vez que tengo que pasar el billete respiro hondo, aprieto fuerte los ojos, e intento volverme tan compacta como una patata frita, por si las puertas vuelven a revelarse contra mí, ser más estrecha que el hueco que queda entre ellas. 
Pero bien, aun así, para no parecer escéptica, decidí hurgar entre mis otros miedos, y comprobar que pasaría si...


- me enfrentase a una niña rumana-gitana-sordomuda: lo único que podría pasar, es que yo me negase a creerme su ficticia deficiencia, por tanto a darle dinero, y ella se revolviese contra mí, mediante un ataque de falda o cualquier otra maldad, y entonces, ¿perdería mi miedo a estas niñas con cerebros de adultos terroristas? No. Desarrollaría una fobia a las niñas, a las faldas, y a los sordomudos.


- me enfrentase a un saltamontes: para empezar, no sé como se provoca un enfrentamiento con un saltamontes, pero si por ejemplo, uno de ellos se posase sobre cualquier parte de mi cuerpo, me volvería loca, y mi miedo crecería hasta límites desbordantes. 


- me enfrentase a la oscuridad: para que esto sucediese, debería pasarme algo en esta situación que me resultase "tranquilizador". Véase, escuchar una voz que diga "Soy Cásper, y he venido a seducirte en su forma humana de teenager-rubiales, eso sí, a oscuras, que sino la terapia se convierte en un sinsentido de perversión" Y entonces, ¿se acabaría así mi miedo a la oscuridad? Pasapalabra...


- si alguien me empujase al andén del metro (sin motivo aparente): en este caso, existiría la posibilidad de que no volviese a coger el metro, o bien por terror a los locos que andan sueltos, o bien, por algo mucho más macabro que no me quiero imaginar. Así que, no, esta tampoco es una buena forma de superar este miedo.




Así pues, mi escepticismo me da la razón. Os invito a investigar a qué podríais enfrentaros saliendo airosos. A mí, desde luego, no me queda otra que asumir mis miedos como compañeros de viaje, hasta que las circunstancias nos separen.

2 comentarios:

Riovena dijo...

No podía estar más de acuerdo contigo... Un besote

Ana Laura dijo...

Sabes, que me lo voy a pensar, a cuáles de mis miedos podría enfrentarme y salir -más o menos- airosa... tal vez hasta escriba sobre eso (con tu permiso, claro)

Es muy divertido tu blog, te conocí por el concurso, espero que tengas mucha suerte. Desde ya te sigo.

Saludos